lunes, marzo 16, 2009

Tiré la toalla



Escucho el cd prohibido de coldplay y una canción me devuelve a un domingo en la universidad, durante el descanso de un trabajo de medio tiempo mal pagado y aburrido en que me había sentado en una banca del parque a comer una barra ­y escuchar música. Entonces me sentía dejando pasar la juventud en cosas absurdas con tal de lograr algo mucho mejor luego. Y ahora, cuatro años después, parece que ningún esfuerzo valió la pena.

A mí no me sirve dejarme llevar, trate con la espontaneidad y no me funcionó. Las reglas por lo general puedo seguirlas, pero el azar me deja sin piso, sin norte. Cuando ni seguir las reglas me funcionó, me dejé convencer de que en algún momento las cosas mejorarían de alguna forma. Es decir, más impreciso mi futuro no podía ser. Sé que realmente nadie puede decir que será de su vida en 5 años, sólo son expectativas, pero ni eso tengo, honestamente no tengo idea de lo que será mi vida ni siquiera en un año. Eso puede ser excitante para muchos de los magníficos amigos que perdí, pero para mí es la muerte.

En el gimnasio ya no podía más, iba a estallar de fastidio. ¿Qué pretendía este verano? ¿Olvidarme de mis problemas en el cycling? A veces me alucino una de esas niñas que tienen la vida resuelta, favorecidas por la suerte, el novio o la familia. Yo no tengo tiempo para jugar a serlo. Debo seguir buscando algún interés que resulte productivo. El verano ya termina y debo pensar que se acabaron mis vacaciones. A mí las cosas nunca se me van a dar fáciles, no sé porque siempre lo olvido. Ya se acabaron los juegos.

miércoles, marzo 11, 2009

Adiós verano






El verano aún no termina, y contra todo pronóstico, fue más caluroso que nunca y en vez de pasarlo como todos perdí un mes en un curso inservible y el resto tomando color en la azotea. Pasaron varias cosas. Terminé la universidad -o ella terminó conmigo-, conocí gente y la olvidé, fui a la playa –agg-, sigo en el mismo trabajo pero más horas, me enamoré, me desenamoré, y sigo siendo la misma. Sin embargo, siento que hay un poco más de amargura en mí, y que esta vez se convierte en un impedimento, una minusvalía.

Pero la mente la tengo en otro lado, quizás luego haga mi balance oficial del verano. Ahora sólo pienso en lo inútil que soy para las cosas prácticas, callejeras. A mí, educarme, me ha generado más problemas que beneficios. Me ha refinado y hasta debilitado en vez de darme herramientas para sobrevivir. Me siento una extraña la mayor parte del tiempo y lamento reconocer que si pensara menos y tuviera menos reparos, mi realidad cotidiana sería más llevadera. O quizás la educación que llevé no era la adecuada.

Si pudiera volver atrás, no leería más que el periódico, aprendería a pelear como los salvajes con los que tropiezo a diario, nada me afectaría más que el hambre, el dolor y el sueño, pero creo que me las arreglaría mejor que ahora -claro que si pudiera volver más atrás, no nacería jamás, porque en verdad esto no vale la pena-.

Parece que mis gustos, mis ideas y principios no tienen nada que ver con sobrevivir en este lugar. A veces me convierto en la última persona idealista y creadora que intenta mejorar las cosas. Pero no debo ser así. Últimamente cuestiono hasta eso, esa genial idea que me mantuvo viva por tanto tiempo: "sé el cambio que quieres ver en el mundo". YO LO INTENTÉ, y no funciona. Me siento como los cazadores de mitos, y es terrible ver cómo cada uno de mis héroes no tenía mayor razón que cualquier vulgar escritor positivo, cómo las máximas que alguna vez respeté a pesar de mi natural pesimismo no significan nada. Recuerdo que en alguno de los trópicos de Miller, él decía que todo intento por mejorar las cosas era absurdo porque nada cambiaría sin un cambio de corazón en los hombres, y quizás eso sí sea cierto.

Los felices pensaran que me falta vivir, amar quizás, pero en este verano asqueroso tuve algo así. Amé por primera vez, perdí la cabeza, me nublé tanto que cometí errores imperdonables, cedí mi independencia, dispuse de mi orgullo demasiadas veces y, traté de querer así como todos los enamorados imbéciles que se ven embobados en los parques. Y sentí que fui feliz como una niña en algunos momentos. Ahora, con un mal día encima, ya no dudando de mis principios sino confirmando su fracaso, sé que ni siquiera el amor me hace olvidar lo malo que es en realidad todo, o al menos mi realidad. Lo que pasa es que la gente se obnubila y algo satisfactorio en su vida le sirve para olvidar lo mal que les va en otros aspectos, pero eso es sólo un mecanismo de defensa, el creer que no todo está tan mal.

Con "el amor" llegué al extremo pero no me avergüenza, a veces hago eso, pruebo mis límites, y quizás llegué a uno. No puedo pretender que mi vida giré alrededor de alguien diferente de mí, y todo lo mío es triste, por lo tanto, con amor o sin amor, la vida sigue siendo mierda.